Caminando Juntos

Caminando Juntos

El frío cala hasta los huesos. Estás en medio de la nada, en un mundo blanco, vacío, interminable. Caminás. No sabés exactamente a dónde, pero seguís. La nieve cae, el viento golpea, y ahí estás vos, con alguien al lado.

Mirá esta escena. Observá. ¿Quién sos acá? ¿El que lleva el abrigo pesado, sosteniendo el paraguas? ¿O el que camina desnudo, expuesto al hielo? Es fácil elegir, ¿no? El abrigo suena más cómodo. Pero no siempre es así. A veces sos el que protege, el que da, el que lleva el peso. Otras veces sos el que tiembla, el que necesita, el que espera que la mano sobre el hombro no se aparte.

¿Y sabés qué? Está bien ser cualquiera de los dos. Lo importante no es el rol que jugás. Lo importante es que no estás solo en este camino.

Pero pensá. ¿Cuántas veces en tu vida fuiste el del paraguas? Sosteniendo todo para proteger a otros, aunque vos mismo estés cansado. Y, al revés, ¿cuántas veces fuiste el que siente que no tiene nada para dar? Caminando en la nieve, esperando que alguien no te suelte, no se vaya, no te deje solo.

Esto no es solo una imagen. Es tu vida. Es la vida de todos. Una danza entre el que da y el que recibe. Entre el que cuida y el que necesita ser cuidado. Y ahí estás vos, caminando en esta tormenta, compartiendo el frío, compartiendo el calor.

Y entonces te pregunto: ¿Qué sos ahora? ¿El paraguas o la nieve? ¿El abrigo o el frío? ¿El apoyo o el que lo necesita? Porque no importa quién seas hoy. Mañana, inevitablemente, serás el otro.