El Testigo Del Fuego

El Testigo Del Fuego

Purple Flower

El mar. Infinito, profundo. Te sentás en un sillón imposible, justo en el borde entre el agua y el fuego. A tu alrededor, el silencio. Pero adelante, el fuego. Siempre el fuego.

¿Quién sos en esta escena? El casco no deja que sientas. No deja que veas. Solo te protege. Pero, ¿de qué? Del agua. Del fuego. De vos mismo. Te acostumbraste al peso del casco, a la seguridad de mirar desde lejos, a observar el incendio sin mojarte, sin quemarte.

Y mientras tanto, el fuego sigue ahí. Quieto, pero vivo. ¿Qué representa? ¿Es tu deseo? ¿Tu miedo? ¿Tu alma? Arde. Y arde. Pero no lo tocás. Porque te acostumbraste a ser El Testigo del Fuego. Mirás desde la distancia, creyendo que ese fuego no tiene nada que ver con vos.

Pero, ¿y si sí?

¿Y si ese fuego es tu espíritu, llamándote desde la distancia? ¿Y si es la vida misma, gritándote que te levantes, que te mojes, que te quemes? Porque no viniste al mar a sentarte en un sillón. No viniste a protegerte con un casco. Viniste a sentir. Viniste a arder.

Entonces, ¿qué hacés?

¿Seguís ahí, en la comodidad que te ahoga, o te parás y caminás hacia las llamas? La elección siempre fue tuya. Esa es la verdad del fuego. Esa es la verdad del agua. Y esa, tal vez, es tu verdad. Por eso capturé esta imagen. Porque es un reflejo. Y lo que ves en ella no es el fuego. No es el agua. Es vos.