LA RAIZ QUE RESPIRA

LA RAIZ QUE RESPIRA

Orange Flower

Te despertás. No sabés cuánto tiempo llevás ahí. Sentís la humedad en tu piel, el peso de la tierra bajo tu cuerpo. El musgo, suave pero firme, te sostiene. Es un abrazo silencioso, pero también un recordatorio: estás en casa, y esa casa es la tierra misma.

Abrís los ojos. El bosque te rodea, denso y vivo. Escuchás la lluvia caer, cada gota golpeando con una precisión casi ritual. ¿Lo sentís? Ese eco dentro tuyo. Una conexión que olvidaste hace tiempo. Porque viviste corriendo, escapando, llenándote de ruido. Pero acá, en este rincón del mundo, el silencio habla. Y te dice algo que ya sabías: no hay separación. Vos sos esto, esto sos vos.

Mirá bien. ¿Qué te llevó hasta este lugar? ¿Fue el agotamiento? ¿El deseo de escapar? ¿O simplemente el llamado? Porque algo dentro tuyo sabía que tenías que volver. Y ahora estás acá, entregado, dejándote caer sobre la piel de la tierra, como si ella pudiera curarte. Y tal vez puede.

Es curioso, ¿no? Nos pasamos la vida alejándonos de lo que somos, construyendo muros, buscando techos. Y acá estás vos, sin nada, con la piel desnuda y un vestido de hojas, entendiendo lo que siempre fue verdad: nunca fuiste un visitante. Siempre fuiste parte.

Y ahora te pregunto: ¿Qué pasa cuando dejás de correr? ¿Qué pasa cuando volvés a escuchar? Cuando te entregás al bosque, al musgo, a la lluvia. A vos mismo.